'Deja Vida: Entrada

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Estoy sentado, con un tobillo en la rodilla, en la Secretaría de Relaciones Exteriores. En la tercera fila de sillas negras, semejantes a búfalos serenos. Hay unas mesitas de cartón para que jueguen los niños ¡Cuanta ternura se extiende por el diafragma! Cuando llegué estaba desolado el trigal, ahora abundan los espantapájaros. Similares a los amigos de mi última concubina. En ventanilla te reciben con especulación; el trámite. Rastrean lo que te falta. Es como entrevistar a una persona anteponiendo sus defectos. A ver, chico o chica ¿Cuál ha sido su más craso error? ¿Qué ha perdido últimamente? Dicen mi nombre propio y el primer apellido. 'Según' e improviso un chascarrillo. '¿Según quién?.

Y lo corrigen. Las correcciones son unas de las hojas selladas, un epigrama dibujado por un niño, coloreado por una cantante. Equivocado. Cuando nadie colecta gotas de aceite (duras críticas a la inexpresividad ajena, a los mismos defectos, hablan con saña ¡los que están a mi lado! Lastiman. Afectado, conservo esos lapsus, los mutis que construyo, permutados por dardos venenosos ¡Ay!). Preguntaré en ventanilla algo escandaloso ¿Permite exteriorizar los sentimientos, la simpatía? ¿Un tren demoro? Atienden las Relaciones Exteriores pero no los exteriores relacionados. No te quedes en el exterior. Entra.

'Poemi: Una sola letra

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Por el mensaje involuntario que me diste
pierdo los estribos
el sabor del tedio debilita, derriba
otro sentimiento amargo.
Son los huecos, antes había algo.
hojas bailando
piezas musicales tiesas
remotas por el rubor, el candor
escozor en el nido de las costillas.

Los pájaros que llegan son los dibujos tuyos
Miedos y risitas
La hora de dormir en nuestra Inglaterra,
verde o azul por el vestido
gris y plateada por el interior.

El moño azul, azul oscuro.
Dark blue.
Eres o serás la casa de campaña cubierta de escarcha
y el lago blanco
espejo de una aurora boreal.

No te puedo abrazar, efecto, así embotado.

'Corto: Encierro

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Chilla el prisionero, tarde y noche. Aprieta los barrotes con la húmeda respiración. Incorporado agónico divulga sus rodillas. Los huesos tiemblan. Cursa el sudor trayectoria muscular, aplaca los suelos, mitiga la piedra incrustada en la pared de plomo brilloso.

Duermen los grillos, tropieza el cielo con las estrellas, refulge el pasto, refracta el rocío.

Los presidiarios golpean la frente de la ventana, más pequeños, proclamando reunirse. Propósitos afines del carcelero: tapar esa gotera exasperante, a la medianoche acorrala. Son los pasillos sonámbulos, estiércol de la ducha. Es notorio. Los rizos del trapeador saborean el mugroso trecho.

Timbran los barrotes, nuevamente, sube el charco, obnubila unas cuantas lunas, fenecieron las veladoras.

Los traidores opacos sujetan las agujetas a la litera inestable asustada por los roedores, falsificada por la extinta madera de fiebre.

Recorre el reloj carcelero.

Riscos oceánicos.

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Sifones turbulentos ahogan embarcaciones con el abanico de sus olas y el clamor asustado y fijo a la navaja espumosa. Crepita el humo incinerado, heterogéneo, ocurre el despegue de los tragicómicos marineros, gritando inútiles auxilios a mitad del crujido del astillado velero. Mechas de madera rasgan las velas amarillentas.

No hay más polvo, sangre disuelta como cuando los rebaños escapan y el pastor apura la persecución con una mano en la cabeza y otra en el bastón.

Los restos flotan conducidos por el viento, algunos sobrevivientes manotean, salpican la marea. Atraen las medusas de la noche. Sus pesadillas no se publicarán hasta que los arqueólogos del mar se mortifiquen.