'Surreal: Erótico mutuo.

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Tuvimos un congreso de literatura erótica. Aprendí a respetar el erotismo con los ojos lentos y la paciencia. Contraje su rubor. Enmudecí ante su elegancia inabarcable. Repudié el segundo taller literario. 'No todos pueden escribir'. A veces yo tampoco. Admiré en silencio un vestido (es grana en la oscuridad). Las palabras, los relatos convergen en distintos vientres.

No puedo seguir. Del congreso y la construcción del erotismo surgieron los tabiques de abajo. Mi poesía es torpe y lo compruebo. Mi prosa es aceptable. No merecen ser compartidos pero, como muchas frases, ahí están. Bajando.

Quiero mucho a los que me leen accidental u ocasionalmente.

Poesía:

Ocre vestido de piel
rubor regañado
pelamen impúdico gris.
=
Maricos colgados en el tendedero
apestan a pétalo.
=
Saliva en almibar
derretir licores
durazno herido escurriendo.
=
Maullar apaga el tordo
gemido introvertido
la colisión dérmica
el saxofón desentonado.
Recitad apropiado poema.

Prosa:

-Voy a terminar contigo Horacio. Suelta el café y escúchame temblar ¿De dónde provino todo el sudor, la textura de nuestro jugo? Mordiste su sabor; te amarraste un aroma loco al pescuezo. Borra mis labios de tu memoria, ve a lamer el abdomen de otra sirvienta. Eres un esclavo ¡Perdedor! ¿Por qué me ves así? Trae una escoba y permíteme limpiar el desastre, sacar las fresas podridas del fregadero. ¿Qué por qué soy así? Estoy rojísima, tonto lunar, tontas rodillas ¿Estás gozando? ¿De qué carajo te ríes? Pinche fricción. Te estoy dejando y ahora pones música, regresa quietud. Bueno, al menos es una triste tonada. No cierres la puerta, quiero follarte por última vez junto al tocadiscos, por la caricia de las bocinas. El cuerpo es soledad. Nada de besos, cabrón, tuerce la piel. ¿Candente? Cierra la boca, envuélveme, las raíces del árbol ¡Nunca las cortaste! Pinches latidos. Los vértices respiran. ¡Límpiame! No vuelvas a hacerlo ¡Charlatán! Te lo buscaste, me instruiste para romperte el corazón de mango. Somos un acantilado, amigo, y uno muy empinado. ¡Sácame o duérmete!- Ni se habían dado cuenta que granizaba.


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