Jardín

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Cruzas la puerta. Sobrepasas los obstáculos del comedor. Esquivas el cerrojo y el muro del sanitario. En la primera puerta a la derecha subes las piernas por una ventana de madera. Emerges a la superficie posterior. Detienes el olfato, remueves los cordones del tendedero como helechos. Empujas la rejilla aromática y llegas a un a un jardín que te hace sentir. Amurallado y frondoso donde se vierten lágrimas, sudor, saliva. Efervescente o volcánicos. Ellos consiguieron la promesa de brotes, paciencias y deseos. La tierra aguada facilitó el nacimiento de frutos. Los zumbidos de insectos y aves chapalean el rocío. En los extremos tiemblan inmensas alas plateadas e hincados los huertos pancromáticos resollan al alba. El jardinero sobreprotegió el territorio con lanzamientos de broqueles. Tréboles y bugambilias.

Hasta la aparición de una tormenta. Relámpagos como hachas, sierras, ácido. El cuidador sucumbió ante la gripa. El jardín fue maltratado varias noches. Cuando el huracán se despidió quedaron ruinas y nostalgia. El jardinero desapareció. El moribundo visitó la explanada del huerto una tarde arrebol. Esparció polvo de grafito tallado desde un lápiz. Retrató la limpieza del jardín.

Alguien regresó a remendarlo. Recibió auxilio. Temprano levanta ramajes torcidos, junta semillas y mezcla arena con lodo. Una lluvia torrencial arruina la mejora. Volvió con lentitud. Con huellas y movimientos. Tocando la cabeza. En varias ocasiones se desesperó y rompió la pala. Lo ayudaron. Nubarrones, estrellas fugaces y dirigibles incendiados para poder terminar. Ahora una gran parcela respira. El aldeano aprendió del agricultor. Construyó sistemas de riego con cucharas y licuadoras. Repitió canales y acueductos con destreza y estrofas.

Sequía. Enterradas arrugas, sedientas. El aldeano buscó agua, lágrimas, sangre, aceite. Nada servía. No sé quién lo ayudó. Con música y remembranzas. Con interpretaciones del viento y el calor. El jardín, pletórico de entonaciones, cambió. El jardinero antecesor conserva el presentimiento. Lo encontró y al verlo, al hallar sus diferencias, lo devastó con el envés de los brazos, con una guadaña de sollozos. El aldeano tardó en derribarlo. ¿Por qué lo ayudaron? El lastimero jardín se hunde. El moribundo mandó una carta y un peldaño en descomposición. El aldeano lloró por un jardín sin dueño.

Una corriente subterránea une cavernas para crear un sendero y perpetrar la corteza. Inundó el jardín, desde abajo. Chorrea. Una fuente alimentando un acuario. Desmayarse. Drenar. El espantapájaros flotaba. La densidad elevó residuos.

Retener un jardín, un desierto, vaciar un océano.
Repartir hielo como augurio. El jardín congelado. Sin alpinismo. 

Reaparece con tardanza.