##

|
Se sentó en la vaina de la espada,
contempló los nudillos de mundos danzantes,
la fiera le grabó un demo
con oscuridades.

Usted amagó
cuando llovieron cucharas.
Usted rompió trenes
y le pidió ojos a los limosneros.

¿Qué?
¿Ya no quiere leerme?
¿Fatalismo de abolengo?
Ámense los fondos del inodoro,
donde ningún roble cae en
tormentas de audio.

En noches despegadas
se roe la gasa,
y linfocitos en fachas
se quedan a cenar cereal
con las falsedades,
con las hipnotizadas botellas frías.

Usted es una
de las costillas
del aparato de Golgi.
Usted es, del anochecer a la quijada,
un Dios endeudado
con la imprenta
ensangrentada
que Gutenberg estropeó
con su mentirosa elegancia.

¿Qué?
¿En dónde más se puede despertar?
Apúrate, o no se salpicarán bien las banquetas.
Usted es muy callado.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Callado yo?
Quizá tenga usted razón.
Siendo que tanto me conoce.
Y que me haya, como de costumbre, como si le llamara, en un año difícil, de esos que usted me conoce.
Mas le digo, su presencia es ebriedad.
Libertad.
Hablarle es poesía, porque es su idioma, y verle es droga y leerle embriaga, libera.
Es usted un pequeño dios, en donde los demás jugamos, cuando podemos salir a jugar. Ojalá todos pudiéramos jugar todos los días.
Mas bien, le amo.