Fuera de persecución.

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Derramada la tarde, yo sin poder conciliar el sueño, las manos nerviosas solicitaban permiso para salir. Vamos a donde pocos recuerdan, el recorrido debe serenar. Me dirijo morosamente al cine, tambaleo mi respiración al atravesar un puente peatonal. Es la única alternativa para saludarte desde el otro lado. Las avenidas son un cortocircuito, arriesgado, blandiendo velocidades calientes, ellos pueden aplastarte, destruirte, morder tu oreja mientras sopla la fabrica. No lo corrijo y me largo.

Las ramas secas abren paso a una calma perentoria, es un riachuelo de briznas. No alcanzo a describir el cine vacío, el estacionamiento petrificado. Descubro el roto perímetro de una malla despeinada que enfrenta (con armadura roída por tucanes o por ratas) un acueducto y los garabatos que viven en el paredón. Más atrás la demolición de un edificio tenebroso, metálico sepia, descuidado como el otoño. Yo paso un pie, en la empuñadora de la banqueta, el saco que cargan mis hombros parece una bandera quemada y secada después de una larga guerra. Nadie gruñe, las hierbas callan. Yo escucho la música de The Kooks, es 'Do you wanna?'. Presiento en la memoria a una vieja amiga y joven mujer. Ella solía canturrearla.

El fondo del paisaje es una silla de montar. No aparece el caballo, creemos su muerte, la pestilencia que siguió, las carnes putrefactas, la silueta de una costilla, las moscas y los buitres. Pero mejor olvidarlo, nadie se ha ahorcado. El acueducto prosiguió, el agua marrón, la botella aplanada. Por donde yo anduve conquisté un columpio colorido. ¡Ay el parque de mi casa! ¡No estoy en mi casa! ¡No hay tierra natal! Pura melancolía, diáfana melancolía. En retroceso. Y el sol traspasa los pétalos de una bugambilia preciosa, frondosa como los pulmones que cristalizan el brillo. ¡Rocío! ¡Todo magicamente termina en una gota de rocío!

Las bellotas, las hojas lanceoladas regadas aleatoriamente son la verdadera admiración. Proviene de...

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