El sol retiene océanos de helio.
Tiritan los tórridos y feroces manantiales de helio.
Me tranquilizo cuando el sol descansa, me siento menos tenso. Por las tardes sin sol mis pies se levantan, recorren, exploran. Las caminatas me llevan lejos de la cama, lejos de la casa. Las banquetas tapizadas de flores o tierra. Las banquetas unen caminos y me llevan al auditorio. Atrás ensayamos pero hoy no toca. Invadimos el vestíbulo, el comediante es un intruso en la puesta en escena de una tragicomedia. Hoy se presenta un concurso de monólogos, yo conozco a los participantes. El resto de mi atención es robada por buen solaz. Conectado con los artistas, los aplausos regresan los sentimientos involucrados o reprenden el mal gusto del autor. Sonrísas y catarsis.
Un breve intermedio me obligó a inclinar la espalda hacia atrás. Abrí los ojos y encontré un globo flotando enfermo a escasos alientos del techo. Un globo plata con ilustraciones infantiles en la proa. Hubo función familiar el domingo en el mismo auditorio (Las telarañas no). ¿Lo viste? El globo, flaco, está perdiendo helio, pero no tiene ninguna fuga, el helio se desvanece, se agota. Globo enfermito. Así, al instante, nació la metáfora del globo (o del helio).
Yo y nosotros somos el globo. Nos debilitamos cerca del techo. El auditorio es el mundo o la vida. Ocurren tantos eventos ahí dentro. Luces, bailes, magia, conciertos, teatro, las butacas sostienen una batalla con el escenario. Exigen y premian. Poco público llega a estremecerse, esa misma minoría ha notado el globo, le importa su existencia. ¡Persiste, persiste!, le gritan. Pero el globo está encerrado, le han tendido una trampa. Es lo más lejos que puede alcanzar. Alcanzar hasta cansarse. La esperanza de ese globo, ligera, es el helio restante. Si ese helio termina la cáscara del globo terminará en el estanque de butacas. Puede conseguir helio en el sol. Pero el globo no sabe que el sol existe. Y el sol es brutal, lo incineraría. El globo sólo aspira a enredarse entre las candilejas. Miserable globo. Se encuentra a una muralla (dos detonaciones) de escapar. ¡Se desmayará!
Un breve intermedio me obligó a inclinar la espalda hacia atrás. Abrí los ojos y encontré un globo flotando enfermo a escasos alientos del techo. Un globo plata con ilustraciones infantiles en la proa. Hubo función familiar el domingo en el mismo auditorio (Las telarañas no). ¿Lo viste? El globo, flaco, está perdiendo helio, pero no tiene ninguna fuga, el helio se desvanece, se agota. Globo enfermito. Así, al instante, nació la metáfora del globo (o del helio).
Yo y nosotros somos el globo. Nos debilitamos cerca del techo. El auditorio es el mundo o la vida. Ocurren tantos eventos ahí dentro. Luces, bailes, magia, conciertos, teatro, las butacas sostienen una batalla con el escenario. Exigen y premian. Poco público llega a estremecerse, esa misma minoría ha notado el globo, le importa su existencia. ¡Persiste, persiste!, le gritan. Pero el globo está encerrado, le han tendido una trampa. Es lo más lejos que puede alcanzar. Alcanzar hasta cansarse. La esperanza de ese globo, ligera, es el helio restante. Si ese helio termina la cáscara del globo terminará en el estanque de butacas. Puede conseguir helio en el sol. Pero el globo no sabe que el sol existe. Y el sol es brutal, lo incineraría. El globo sólo aspira a enredarse entre las candilejas. Miserable globo. Se encuentra a una muralla (dos detonaciones) de escapar. ¡Se desmayará!
2 comentarios:
Catarsis.
genial!
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