Riscos oceánicos.

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Sifones turbulentos ahogan embarcaciones con el abanico de sus olas y el clamor asustado y fijo a la navaja espumosa. Crepita el humo incinerado, heterogéneo, ocurre el despegue de los tragicómicos marineros, gritando inútiles auxilios a mitad del crujido del astillado velero. Mechas de madera rasgan las velas amarillentas.

No hay más polvo, sangre disuelta como cuando los rebaños escapan y el pastor apura la persecución con una mano en la cabeza y otra en el bastón.

Los restos flotan conducidos por el viento, algunos sobrevivientes manotean, salpican la marea. Atraen las medusas de la noche. Sus pesadillas no se publicarán hasta que los arqueólogos del mar se mortifiquen.

1 comentarios:

Castilla 124 dijo...

Tristeza que taladra el alma, friamente.

Un besi