Estuve revisando la respiración de una bandera.
Se quedó dormida después de un baño acelerado.
Por impulso nos transmitimos fervor inusual.
No me cansé de hablar con ella.
Absorbí.
Canté uno de sus párpados.
La lluvia pule el contorno de fogatas recién sacudidas,
nuestras manos se despiden del papel.
Las murallas sufren contorsiones, se transforman en anaqueles.
Camina consigo, me lleva en su cuello.
Uvas rojas privadas, embisten un escenario de aire.
Su aliento seduce con donaire
los sables y los cánticos.
Sus dulces huellas me debilitan,
me conducen a reminiscencias infantiles.
El cariño es una juegarreta.
Las voces se entrelazan para adormecer
el alimento del erotismo,
los capullos roídos,
el abismo disipa semáforos
o dientes de bengala.
Y unas esferas pétreas colorean tus huesos,
tus vértebras de arrozal, libélula internada en tronco
y telaraña fosforescente.
¿Qué trato de expresar?
Un abrazo, o una zambullida.
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